Tras el rastro de la Taruca, por Robin Moore

Llegara a Condor Valley a través de un portal de rocas imponentes es como tener la llave a un mundo secreto. El camino de ripio que serpentea a través del valle, situado en la provincia de Salta en el noroeste de Argentina, permite ver de cerca una increíble variedad de maravillas geológicas y biológicas. Hacia ambos lados del camino vemos formaciones rocosas de color rojo óxido que se elevan hacia el cielo: son testimonios visibles de las inmensas fuerzas geológicas que formaron esta tierra mucho antes de que nuestra especie fuera siquiera un pensamiento. Las rocas salientes encauzan las térmicas que elevan a los cóndores que, con sus alas serradas extendidas cortan una silueta inconfundible contra un cielo azul profundo, amplificando la escala vertical del lugar. Es difícil no sentirse pequeño aquí.

Una epífita descansa sobre el suelo ondulado del Condor Valley

Una epífita descansa sobre el suelo ondulado del Condor Valley

La topografía escarpada de Condor Valley crea una sorprendente diversidad de microclimas, y una combinación única de animales y plantas adaptados a estos. En el fondo del valle, el tiempo ha desgastado la roca creando un suelo aluvional rojo en el que crecen cactus tubulares y árboles retorcidos decorados con un mosaico de líquenes verde lima y plenos de epífitas, plantas adaptadas a crecer sobre otras absorbiendo agua y nutrientes a través de las hojas.

robin+moore+national+geographic+cactus+salta+condor+valley+taruka.jpeg

Muchas de las adaptaciones visibles reflejan la necesidad de conservar recursos limitados, principalmente el agua. En Condor Valley llueve menos de 300 mm anuales, y la mayor parte cae durante grandes tormentas entre diciembre y marzo. Árboles y plantas esgrimen enormes espinas y púas que anuncian: "¡ni lo pienses!". Uno de los habitantes más discretos, la rana mono cerosa, limita la pérdida de humedad untando lípidos sobre su piel, logrando así un brillo encerado. 

Rana arborícola Hypsiboas andinus

Pero no todo es aridez en Condor Valley. Una franja de vegetación exuberante se alimenta de un río que se origina en las cumbres andinas situadas al oeste. Y donde hay agua, hay oportunidad de encontrar ranas (declaración: soy un comprobado sapo-filo). Durante nuestra segunda noche en Condor Valley, un suave manto de niebla auspició una cacofonía de croares y cantares audibles desde nuestro refugio. Salimos con linternas frontales siguiendo la cacofonía hasta una pequeña represa rodeada de juncos.

Hypsiboas andinus, verde

Hypsiboas andinus, verde

Chris Jordan coloca una cámara trampa al lado de un senderov

Chris Jordan coloca una cámara trampa al lado de un senderov

A primera vista, el sonido parecía provenir de ranas invisibles, pero al acercarme a la orilla, bajo la luz blanca de mi linterna asomó la forma redondeada de una rana con las patas extendidas en el agua poco profunda y el cuerpo beige hinchándose y desinflándose como una gaita diminuta, produciendo un sonido increíblemente fuerte para una criatura del tamaño de una pelota de pingpong. Metí la mano en el agua fría levantando la rana para inspeccionarla más de cerca y tomarle fotografías. La identifiqué como una Hypsiboas andinus, una especie de rana arborícola. Continué explorando alrededor del estanque y capturé otra rana arborícola de color verde manzana, de la misma especie. A la mañana siguiente volví al estanque y bajo unos troncos encontré otra especie de rana terrestre. Aunque no encontré la hermosa rana mono encerada (Phyllomedusa sauvagii), para la estación seca, nuestros hallazgos no fueron malos.

Durante nuestros primeros días en Condor Valley, a mediados de mayo, el clima estuvo atípicamente nublado y húmedo, bueno para encontrar ranas pero no tan favorable para fotografiar los paisajes magníficos o realizar una expedición al Cerro Crestón en busca de mamíferos esquivos. Chris Jordan, experto en cámaras trampa y científico asociado de la Global Wildlife Conservation, había llegado desde Nicaragua para asistir con la instalación de las cámaras trampa.

La propiedad limita con el cordón montañoso donde habitan especies raras o en peligro de extinción como el gato andino, el gato de las pampas y el armadillo peludo andino. Tal vez el más interesante es la esquiva y poco conocida taruca, un ciervo nativo de los pastizales de altura de los Andes de Perú, Bolivia, norte de Chile y el noroeste de Argentina. Las tarucas son una de las cuatro especies designadas Monumento Natural Nacional por el gobierno argentino, y se cree que en Argentina solo quedan unos cientos de individuos. Comprender mejor la situación de la especie en las tierras altas de Condor Valley, permitiría desarrollar una estrategia de conservación informada. La selección del lugar de nuestras cámaras trampa en la montaña, buscaría maximizar las posibilidades de documentar a esta especie escurridiza con el fin de promover un estudio a largo plazo.

Durante la segunda mañana en Condor Valley, nuestro ánimo se elevó junto con las nubes, mientras preparábamos nuestros caballos para un viaje de dos noches a la montaña. Empacamos suficiente carne para alimentar a un pequeño ejército y suficiente vino de la Bodega Valle del Condor para noquearnos cada noche, y partimos hacia el Cerro Crestón siguiendo el sendero del valle. Las primeras horas fueron bastante tranquilas atravesando un paisaje llano y árido, pero un silencio pensativo se instaló cuando nos acercábamos a la salida del cañón, no en vano llamado “mal paso”. Al notar nuestra inquietud, nuestro joven guía Bruno intentó calmar los nervios asegurándonos que "no es tan peligroso". A pesar de los nervios, los caballos treparon tranquilos. A medida que subíamos por el sendero empinado y sinuoso, la vista era imponente a medida que nos alejábamos del valle y las formaciones montañosas que parecían los plegamientos de una alfombra.

Cabalgando en Condor Valley hacia el Cerro Crestón

Cabalgando en Condor Valley hacia el Cerro Crestón

Después de varias horas a caballo y con las piernas doloridas, llegamos a un antiguo puesto de piedra, nuestra base durante las próximas dos noches. Nos bajamos de los caballos con rigidez, los atamos a un árbol y descargamos bolsas y, con las últimas luces del día escalamos “el cuchillo”, el filo de las montañas detrás del puesto. Desde allí vimos los últimos rayos de sol atravesar las nubes dispersas e iluminar las salientes rocosas del valle. Respirando profunda y lentamente, disfruté del paisaje como si fuese un lagarto calentándose en el sol matinal, sintiendo el aire entrar a mis venas, recargando y rejuveneciendo los músculos doloridos. 

robin+moore+national+geographic+condor+valley+mt+creston.jpeg

Ya en el puesto, encendimos un fuego mientras nos asombramos con la cantidad de estrellas visibles en el cielo negro. Usando una rueda vieja como parrilla, nos sentamos en círculo para escuchar la carne chisporroteando sobre brasas, mientras nuestra ropa colgaba del respaldo de dos viejas sillas para ahumar a las garrapatas (no estoy convencido de que funcionara ya que durante días tuve garrapatas saliendo de mi ropa con olor a humo). Mientras charlábamos, me sorprendió saber que esta era la primera vez que Hank Bannister, dueño de estas 30.000 hectáreas, subía a la montaña en los 10 años desde la adquisición de la propiedad bautizada “Condor Valley ”, inspirado en la botella de vino que él y su socio local Martin Pekarek habían embotellando durante tres años. Cada paisaje extraordinario de la propiedad ofrecía la oportunidad de vislumbrar la extensión de sus tierras, un área tan vasta y tan accidentada de la que solo había explorado una pequeña fracción. También me sorprendió saber que Don Antonio, uno de nuestros guías locales, tenía 80 años y había vivido en la montaña durante seis años solo acompañado por sus vacas.

Don+Antonio,+our+80-year+old+guide,+had+lived+up+the+mountain+for+six+years,+returning+to+the+valley+only+once+a+week+or+fortnight+to+get+supplies.jpeg

Después de una buena comida y un par de copas de vino tinto, como orugas envueltas en capullos nos metimos en nuestras bolsas de dormir y nos apagamos como un foco de luz. A la mañana siguiente nos levantamos al alba y, adoloridos nos trepamos a nuestras monturas para seguir nuestro ascenso hacia el Cerro Crestó, de 3.370 msnm. La creencia generalizada de que el segundo día de viaje es más fácil que el primero desapareció rápidamente cuando nos encontramos ciñendo un sendero rocoso y angosto que subía en zigzag por una pendiente muy empinada, haciendo que el mal paso pareciera una ruta pavimentada. Justo cuando pensamos que las cosas se iban a poner más fáciles, por ambos lados se cerró la vegetación y nuestros caballos nos llevaron entre los arbustos espinosos mientras trepaban por el sendero rocoso. Estaba pensando l porqué fuimos hasta este lugar, cuando oí a Hank gritar "¡esto NO es divertido!". A partir de ese momento todo pareció más fácil y comencé a disfrutar la aventura compartida. 

robin+moore+national+geographic+cactus+salta+condor+valley+view+from+mt+creston.jpeg

La pendiente se redujo, el camino se abrió y nos adentramos en las nubes, sobre cumbres onduladas cubiertas por pastizales amarillos. Un momento de paz, etéreo. Adelante mío Don Antonio cabalgaba silenciosamente, entre árboles bajos y retorcidos, como un mago que aparecía y desaparecía entre la niebla. Cuando la nube se disipó, las montañas filosas que se elevaban desde el valle nos regalaron una vista increíble. Anticipando instantes espectaculares mientras cambiaba la luz, tomé la cámara que colgaba de mi cuello.

robin+moore+national+geographic+cactus+salta+condor+valley+horseback+adventure.jpeg

Después de unas horas llegamos a nuestra última parada, en un claro cerca de la cima del Cerro Crestón. La vegetación era una mezcla de pastizales, árboles raquíticos y rocas cubiertas de musgo verde y cactus bulbosos. Desmontamos y almorzamos, mientras que Don Antonio desapareció apurado; a los 30 minutos volvió habiendo cumplido su misión, trayendo grandes ramos de una planta de hoja pequeña. Su amplia sonrisa nos llevó a preguntarle qué había encontrado: “un viagra natural”, nos dijo mientras los ataba con orgullo a su montura. 

Después de almuerzo fuimos en busca de un lugar adecuado para colocar nuestra quinta cámara trampa. Chris decidió que una buena opción sería una pequeña vertiente desde donde salían senderos de animales, así que sujetó allí la cámara en la posición correcta. De regreso hacia donde estaban los caballos pasamos junto a una roca que tenía un grabado que decía: "Por Perón, 1951". Avanzamos por el sendero y nos encontramos con un mortero perfectamente conservado; parecía que aquí en las nubes el tiempo se hubiera detenido.

El viaje de regreso tomó una fracción del tiempo que tardamos ascendiendo, solo tuvimos que acomodarnos en nuestras monturas y dejar que nuestros caballos hicieran su trabajo. Al anochecer llegamos nuevamente al puesto, encendimos el fuego, jugamos a “quién tenía más garrapatas” (un juego que Hank ganaba siempre), y descansamos nuestros traseros adoloridos.  A la mañana siguiente completamos el descenso hacia Condor Valley y, por la tarde caminamos por un hermoso cañón angosto hasta la Cascada del Cóndor, un chorro de agua blanca que cae sobre rocas redondas. Media docena de cóndores sobrevolaban encima, mientras vi como las sombras oscuras avanzaban sobre las rocas aún iluminadas por el último resplandor cálido del sol.

Don Antonio prepara los caballos para el descenso al valle.

Partimos de Condor Valley, transitando entre formaciones rojizas que flanquean el camino hacia las bodegas de Cafayate. Durante el trayecto disfruté algunos de los paisajes más impresionantes que he visto y, con cada curva del camino y con cada copa de vino local, las formaciones rocosas aumentaban su dramatismo pleno de colores y formas. Podría haber pasado mucho más que una semana en Condor Valley explorando la increíble variedad de paisajes y formas de vida, además de, por supuesto, el vino. Aunque nuestro avistamiento de mamíferos grandes se limitó a huellas del pecarí de collar y de la corzuela parda, tengo la esperanza de que las imágenes de la cámara de Chris generarán un registro de los animales esquivos que viven a la sombra del Cerro Crestón. En seis semanas Bruno regresará a revisar cada una de las siete cámaras trampa y, hasta entonces, esperaremos ansiosos para saber si logramos capturar un puma, un gato andino inclusive – cruzamos los dedos – a la huidiza taruca. 

Esta publicación apareció originalmente en la página de Medium de Robin Moore.

Robin Moore